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16 Nov
16Nov

Uno, dos, tres… corrían los segundos en medio del caos, el peso de la cámara me agotaba la mirada, y el resplandor de la luz de ese noviembre me envolvía el corazón de lágrimas. Vi sus ojos tristes en medio del humo que invadía la ciudad, me vi en medio de la nada.

SE ABRE EL LENTE – PARTE 1 

Sabía que lo conocería tarde o temprano, hoy te cuento quien es desde mis ojos, con mi voz. Levante mi mirada y me encontré con la suya. Era él, el romántico de los ojos color tarde, que me perseguía desde hace muchas vidas, el que es parte de un existir que amanece todos los días y cuando sonríe se dispersa en el aire de la mañana. 

Es la tarde que se esconde en la noche de luna llena, de cuarto creciente, de cuarto menguante y que se duerme abrazado a la idea del amor que no está. Es la estrella en el firmamento que se apaga cuando el sol sale y agarra su luz de la mañana. Es la esperanza para los corazones que perdieron el sentido de la vida, la luz que alumbra ese camino oscuro y la ayuda para apaciguar la tempestad de un día lluvioso. Con una sonrisa esquiva, un poco nerviosa, de labios delgados, me rescató del encanto de su mirada eterna. 

Yo lo miré por un segundo que pareció infinito y aguanté mi respiración para no mover ni al viento en ese momento en el que se suspendió la vida. ¿Qué secretos guardaras en tu corazón?, ese corazón que dibuja miles de rostros en blanco y negro, ese corazón que vaga sin rumbo fijo en el sendero de la vida. ¿Qué espejismo te envolverá al caer la noche, que sin palabras observas en el eterno movimiento del espacio de tu luna tierna, de horas tranquilas, de vientos del Sur?. 

Me percate por un instante de las ansias de esconderte en otros ojos, mis ojos quizás, y observas silencioso el momento de palabras juguetonas, las dibujas, te escondes, te dispersas, pero al caer la noche de estrellas despiertas y luna llena, volves a abrazar la idea de lo que fue en alguna vida el amor… la ilusión de un sueño oculto, de una verdad sin mas de lo que es en este espacio auxiliado por besos, lleno de notas imaginarias, de sombras que te observan. 

Te vas… sin adioses, sin despedidas, sin lágrimas en los ojos, simplemente te vas, pretendiendo olvidar a tu paso el lugar que te hizo mejor cada día en el que lo saboreaste, pretendiendo olvidar a tu paso ese rostro que observaste sin saber qué marca se quedo grabada en ese rostro de vos, sin pretextos, sin mirar atrás, y el corazón se te hace pequeño en el segundo que das la vuelta, y al respirar profundo, se vuelve a expandir para dar algo más en otro horizonte perdido de este mundo sin fin. 

De repente te quedas sumergido en el abrazo de un beso, de una palabra sin asideros, de una caricia escondida que se va y viene en segundos interminables, de luces agudas y pequeñas, de cielo abierto y música sin notas. Te quedas inmóvil para que la corriente te lleve a lugares prohibidos que te envuelvan en ese segundo interminable, que sabes que a pesar de su interminable tiempo llegará a su fin al despertar y dar la vuelta una vez más. Te llenas de soledad, pero no es una soledad cualquiera, es una soledad concurrida de amores, de lugares, de imágenes que hablan de lo que sos, de cuerpos y miradas anónimas, de besos sin labios, de olores sin piel. Te llenas de atardeceres, de muchos atardeceres sin fin. 

Hombre extraño de palabras sin sonido, de sentimientos ocultos, de adioses sin miradas que te lleven hacia atrás… Nadie dijo que sería fácil descubrir lo que existe más allá de lo que ven nuestros ojos, los ojos de los que te miran andar sin rumbo fijo, sin latidos perdidos por ese mundo de imágenes captadas por un simple segundo en el que el lente se cierra y se abre para atrapar la luz de los rostros anónimos que viven en vos. Nadie dijo que sería fácil, volver a las estrellas y descubrir tu mirada en la lejanía de este espacio infinito, lleno de sombras hechas por un sol que se ha escondido en algún rincón de este país caluroso y sin fin.

SE CIERRA EL LENTE – PARTE 2. 

Juegos y más juegos. Y veo como tu mirada se interna en la mía y tus labios finos se redondean al contorno de mis labios. Tibio. Espeso. Siento la suavidad de tu lengua húmeda en mi boca. Respiras. Te disipas en mi cuerpo. Volvés a respirar. En ese instante de largas esperas te desarmás como un lego, y te volvés sencillo, de un solo color, amante amoroso, de manos juguetonas. Más juegos. Me observas callado y el instante te roba las palabras y me pides -“hazme el amor”. Te desbordás en una caricia. Te disipás. Gemís. Y te perdes en mi cuerpo húmedo, sin miedo, sin pasado. Solo escucho la gravedad de tu voz, de la espera. Me besas. 

En ese instante te has olvidado de los cinco segundos que guardas sigiloso en tu bolsillo y los estiras para que te alcance un beso más en esa noche de luna llena. Las historias se pierden, ya no existe tiempo, ni letras, ni cuerpos sin nombre, solo tus brazos que me envuelven el alma, sujetándola para que no se escurra entre tus dedos… te disipas en mi olor, en el oriente de mis ojos cerrados, en mi respiración, hasta confundirte en mi delgadez, en la levedad de mi peso. 

Acaricias mis secretos con tus manos, y al oído me susurras sin palabras mi nombre, ese nombre no dicho, escondido… Se abre el espacio de tu cuerpo y el mío. El corazón late unísono en estos cuerpos que ya son uno. Se expande. Se mezcla el olor de la piel mojada como la tierra antes de que caiga el aguacero. Te disipas… te perdes… te dejas llevar… y terminas dudando en si regalarme los cinco segundos de la tregua que has inventado con los años, pero los agarras con fuerza en el último instante y los volves a guardar. Te vas. Sin un adiós. Con tus historias sin contar. En tu sol de tarde eterna… 

A CONTRALUZ – EL SER 

No hay mas que espera, espera de tiempo detenido. El va y viene… se va más que venir, y cuenta sus historias entre pausa y pausa. Ojos bien abiertos. El ser. Disperso como lo he dicho antes. Más disperso. Fugitivo de sueños y más sueños. De vez en cuando se le ve merodeando los rincones de esta tierra tan lejana para muchos y tan mía para otros. El ser. Observa. Piensa en su madre patria entre noches y noches, y a veces en su Rosa, tan callada, su Rosa que lo espera al otro lado del atlántico silencioso, en una ciudad no tan concurrida como la capital llena de turistas y Cibeles congelada como en el invierno del 2004. Y se queda. Se queda esperando el beso de la mañana, la mirada al regresar… confundido en los cinco segundo que guarda sigiloso. 

Se hunde en su juego de ir y venir sin adioses, sin sonrisas o lágrimas que hagan recordar que existió algo que brilla en lo más profundo del alma. El ser se esconde… busca otros viajes, otros rostros, y entre palabras y palabras sueña con un mundo lejano, tal vez su madre patria que ya no es mas que otro sitio en el que arribar, es como en todos lados, un sitio mas del montón.   

Se estacionó por inercia en mi tierra, calurosa tierra de sueños frágiles… se perdió en la belleza de la vida y se dejó llevar. Llenó mi vida de luz y me enseñó que al abrir mis ojos vería más que cosas, miraría lo maravilloso de vivir. Habrán mil secretos sin descubrir, mil miradas sin descifrar, mil palabras sin decir, pero al levantar mi mirada, me encontraré con la suya y en un instante imperceptible sabré quien es ese hombre de los ojos color tarde y escribiré historias que a lo mejor duren más que los cinco segundos que hoy me regaló. 

EN BLANCO Y NEGRO

Detenido en la noche, me observas, con los papeles en las manos y el corazón al salir. La respiración te invade los segundos ya regalados, y sonreís, observando la fragilidad de la penumbra sobre mi tez, dibujando mi silueta borrosa sobre la cama. 

Piensas en las noches solitarias, concurridas por sombras con nombres que no recuerdas, y me sientes tan cerca como el miedo que te invade al saberte aquí. Abro mis ojos y te veo contemplando el recuerdo de la noche anterior, y me envuelve la ternura de tu soledad acompañada, me envuelve el deseo de amarte un poco más en estos días. Respiras profundo. Te devuelvo una caricia entre un abrazo lleno de esperanza por el encuentro tan inesperado de nuestras vidas. Blanco. Lleno de preguntas sin respuestas, y no porque no las tuvieran, sino por miedo a que hirieran tu corazón. 

El sonido del viento llega. Se posa en la ventana, en los corredores de la casa en la cual muchas veces me dije sería feliz. Te veo y me encuentro en tus ojos una vez más, y pienso en las miles historias que me has contado. Me reservo el derecho de invadirme con tu presencia, te despojo de la mía para no sufrir cuando des la vuelta y te vayas. ¿Habrá un adiós? Y cierro los ojos para imaginarte aquí. Cierro los ojos. Cae la noche. El sonido se escurre. Estás. 

Al escucharte al otro lado del mundo me pregunto que nos unió en verdad en esta ocasión tan dispareja. Creo que fueron esos caminos encontrados de los que muchos hablan y que pensamos no estaban cerca. Nos unió el sentimiento de soledad acompañada de esas noches largas. Cortas. Silenciosas. Ruidosas. Las sombras en las fotos que hemos guardado de nuestros encuentros dibujan los cabos sueltos. Son sombras escondidas en los espacios que aún no están llenos. Vacíos. Blancos de tonos grisáceos. Vivaces grises que se convierten en negros espacios donde el amor llega, y si, con el tiempo llega de puntillas a arrebatarnos esa tranquilidad llena de miedos y fugaces huidas. 

¿Dónde te encuentro? Y al mirar a mí alrededor estás en todos lados. Estás en el chocolate caliente que humea sobre mi mesa esperando con ansias el roce de mis labios, en estas letras que escribo desde el hotel en el que duermo en estos días. 

En blanco y negro estamos inmóviles en la fotografía de esa tarde de diciembre. En la decisión de prestarnos los segundos de fuga. En el miedo de invasión casi terrenal que no creímos existiera en nuestros mundos llenos de imágenes. En blanco y negro. Simple. Limpio. Quién diría que te verías pensando en mí en un lugar tan lejano. Que yo estaría escribiendo sobre vos en estos días tan fríos. Quién diría que esperaría por tu presencia cuando cayera la noche casi inesperada. Quién diría que me devolverías lo que creía perdido, que pegarías con tanto cuidado mi corazón roto como un rompecabezas, con todas sus piezas completas. 

Miraste las estrellas. Llamas de hogueras esparcidas por toda la sabana. El recuerdo te llena de nostalgia. Saudage. Siempre me gustó esa palabra que no tiene traducción en ningún idioma, pero se traduce en lo que sentís ahora, en lo que siento ahora. Ese instante en que la noche abraza. En el instante en que escuchamos al otro lado del mundo la entrecortada voz de línea lejana, en el “te amo” que se suelta titubeante. Y la alerta  se enciende desprotegida y reconoce su olvido. Se marcha cabizbaja. Confundida. Adiós. Adiós recita en su recorrido de regreso a su escondite habitual… el corazón. 

Lima, 30 de Octubre de 2007

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