Déjame entrar
En el espacio de tu mirada,
Donde la noche y el día
Se prolongan
Hasta confundirse
En un atardecer infinito
Déjame entrar
En el espacio de tu alma,
Donde el sueño se prolonga
Hasta confundirse
En una realidad interminable.
Miré a través de tus ojos la belleza que existía en los míos y me pregunté ¿Cómo podré algún día olvidarte?. En ese instante tuve tanto miedo que me aferré a la absurda idea del amor, ese amor que no existe, que solo vaga en mi cabeza como un recuerdo casi olvidado. Cerré mis horas en el último segundo de este día, aguardando a que el tiempo se esfumara como el humo de mi cigarrillo en la oscuridad de esta noche. Ha pasado tanto tiempo que se me hace difícil distinguir con certeza lo que he olvidado de vos. La noche se esconde en silencio y el amanecer renace en medio de este aguacero de recuerdos que cae con el primer rayo de sol que se vislumbra a lo lejos. Todo está y nada está. Me he quedado en la espera de una sola palabra, pero sólo el sonido del silencio me envuelve, escuchando a mi corazón latir en medio de la nada. Al abrir mis ojos te veo, en el profundo sueño que interrumpió el diálogo de amor que compartíamos juntos y te beso con la mirada los párpados cerrados. Estás y el día se confunde con la noche para prolongarse en un atardecer infinito de esperanzas y deseos. Aún duermes y te amo, y te observo en silencio. Acaricio el deseo que me envuelve al observarte y me detengo. He dejado intacto el recuerdo de nuestra última noche en mi memoria, ese ayer que no será hoy y este hoy que no será mañana. Me he quedado sintiendo el atardecer convirtiéndose en noche y la noche en día; y aún estás en el profundo sueño que nos separa.
Déjame entrar en el espacio
De tu alma
Y quedarme ahí por un segundo,
Aguardando el primer rayo de luz
En esta mañana de Febrero.